A veces, cuando menos me lo espero vienen preguntas a mí, preguntas que quizá difíciles sean de contestar; la más recurrente ¿Qué harían las demás personas si dentro de su ser existiera una sensación tan difícil de controlar, una sensación que recorre todo el cuerpo, cual gota de sangre a punto de volverse veneno?
No quiero decir que soy única a la que le sucede, pero juraría que muy pocos se pueden llegar a sentir así; pero en mi interminable descontento conmigo misma y mi forma de vivir, me siento particularmente sola, puedo estar rodeada de mil personas, pero sentirme sola y al final de cuentas estarlo.
Y es que este secreto que llevo guardado en el fondo de mi absurdo ser, me hace pensar y afirmar que jamás volveré a vivir como antes; jamás podre despertar sin tener en la cabeza ese estúpido recuerdo que de nada me sirve mantenerlo, debería de poder desaparecerlo de pronto y volver a ser feliz.
Y cada noche siento en el cuerpo como la sangre comienza a espesarse y se coagula todo rastro de razón que pudiera existir en ese momento en mi, perdiendo así la noción del tiempo, la consciencia de lo que hago e incluso el sentido humano de buscar la felicidad. Lo único que me consuela cuando pienso en todo esto, es que aun existe un descontento interno con todo lo que hago y pienso, un descontento con mi actitud con las personas que me aman que muchas veces sin siquiera saber que ocurre conmigo son víctimas de mis incontrolables deseos de ser libre y feliz.
Desde aquella noche en que inconscientemente decidí dejar de ser esa persona de la que todos podían decir algo bueno, la persona que ayudaba a los demás, la que existía por el simple hecho de querer ser feliz; esa noche cuando un sueño me llevo a convertirme en quien soy ahora fue quizá la noche más importante de mi vida. Nunca debí de permitir que un sueño se apoderara de mi realidad, que un sueño saliera de mi mente para dominarme por completo.
Es difícil describir como fue, pero creo que todo el resentimiento que guardaba en mi alma se vio manifestado mediante acciones ciertamente inhumanas. Siempre había sido de la idea de que nadie tenía derecho de quitarle la vida a otra persona, por más odio que le tuviera, pero si de algo estoy convencida es que cuando se pierde el control de tus actos, no hay vuelta atrás hasta que la mente decide regresar.
Todo comenzó soñando con esa persona que tan infeliz me había hecho, que me había quitado las sonrisas de mi rostro y mis ganas de ser quien querían ser, pero hasta entonces yo siempre había pensado que podía vivir con eso, que a todos les había pasado alguna vez algo similar, estaba totalmente convencida de ello, pero me traicione a mi misma y en realidad odiaba con todo mi ser a esa mujer.
Pero los sueños aumentaban su intensidad conforme pasaban los días, de pronto llego un momento en el que yo sin más vueltas al asunto, la asesinaba; con mis manos, solo con la fuerza de mis manos. Lo peor no fue matarla, sino que lo disfrutaba. Las noches siguientes tuve la misma pesadilla, que dejo de ser eso para convertirse en mi sueño favorito, me sentía tan feliz y realizada de poder hacerlo aunque sea en un mundo irreal y creado inconscientemente por el odio y desprecio que tenia dentro.
El ultimo día que tuve mi sueño favorito, desperté como siempre, con un sabor dulzón en la boca, un olor a rosas en la habitación, una melodía en mi cabeza que no conocía pero que llevaba tarareando hace cerca de dos meses sin saber de donde provenía y sobre todo una sensación de satisfacción total que no puedo describir con otra palabra más que felicidad, completa y absoluta felicidad.
Ese día salí a la calle, busque un taxi y me fui a la escuela, era mi último año de universidad y todo iba perfecto. Entre y vi unas listas muy largas de los estudiantes de nuevo ingreso para ese semestre, tenía un amigo que había hecho su examen para entrar y me encargo verificar si había quedado dentro o no, me acerque, busque su nombre en la carrera de “Diseño Grafico”, en la A… no estaba, volví a buscar, apellido por apellido, pero definitivamente no estaba su nombre; pero si encontré un apellido que me llamo mucho la atención y no pude evitar leer el nombre completo… caí en un vacio sin fin, sentí como la sangre me hervía por primera vez, fue como ver la cosa más terrible en la vida y si…era ella.
Estaba ahí ante mí su nombre, ella; no sé que hacía en esa universidad, en esta ciudad, en esa carrera, no sé ni siquiera como la aceptaron si es una buena para nada, podría jurar que lo único que sabe hacer bien es llenarse el hocico de brillo para labios y decir una lista interminable de cosas sin sentido, tratando de convencer a todos de sus estúpidos caprichos de niña mal criada. De hecho sigo sin poderme explicar cómo fue que alguien tan ignorante llego a la universidad, solo llego porque jamás asistió ni siquiera a una clase, era de esperarse de ella, de todas maneras hubiera sido lo mismo si intervenía yo o no.
Salí corriendo despavorida de ese lugar, lo último que quería era encontrarla y ver su horrenda cara redonda, riéndose con todos en su papel de niña perfecta buena para nada.
Me tomo unos metros darme cuenta de que yo no quería huir, ya no quería ser la víctima, sino ser alguien mas impórtate. Regrese y llame a mi única y mejor amiga, ella trabaja en las oficinas de la universidad; sonó, sonó y sonó por fin contesto y con una voz completamente agitada y distorsionada le explique todo y le rogué que me diera todos los datos. En realidad me interesaba mucho más que otra cosa saber donde encontrarla. No fue nada difícil, me los dio y salí de ahí, ahora si dispuesta a hacer realidad mis sueños sin dejar que nadie me los arrebatara como ella lo había hecho tiempo atrás.
Alcance a ver mi reflejo en un auto, me veía total y patéticamente descompuesta, con las ojeras más marcadas que nunca, el cabello hecho un verdadero desastre, la pintura de los ojos a la altura de las mejillas y los labios asquerosamente resecos. No me importo, corrí y busque un taxi de nuevo, pero ahora no iría a otra parte más que a hacer una visita amistosa.
Supuse por supuesto que viviría sola, pues la dirección correspondía a una área de residencias estudiantiles o algo por el estilo, el tiempo se me hizo eterno, las nauseas inundaban mi garganta y de nuevo sentía la sangre hirviendo.
Llegamos al fin, pague el taxi y me dirigí sin titubeos a tocar la puerta, toque una y otra vez, nada. Se escuchaba la música a todo volumen, música tonta y comercial no dude, era su casa, era ella la que estaba ahí tan cerca. A la de tantas me abrió, sonrió y me dijo con su voz chillosa: ¿Si?, y pensé ¿Si qué?, pero respondí tan amablemente como pude, con una mentira que solo ella podría creer, no sé cómo no se me ocurrió algo mejor, pero dije que era su vecina, que no tenía las llaves de mi casa, que no había nadie, que no tenia donde esperar que alguien llegara blablablá; sin más me ofreció pasar a su casa y comer con ella.
Creo que tenía muchas cosas a mi favor, desde el simple hecho de que ella jamás me había conocido ni en fotos, hasta el hecho de que en verdad era la persona más idiota que cualquiera se podía encontrar en su vida.
Comimos, platicamos, me invente una vida feliz y llena de amor que no tenía claro, porque ella se había encargado de destruirla, tomábamos un poco de vino barato mientras me platicaba sus planes al terminar la carrera y todo lo que tenía pensado hacer. Se regocijaba haciéndome notar que ella podía ser feliz a costa de haberme quitado todo a mí. Se dieron las seis de la tarde, y pensé que era imposible que me hubiera sentado a conversar cuatro horas con ella, se me revolvió el estomago por completo.
Estaba lista, ya la había escuchado demasiado, sus caprichos estúpidos disfrazados de argumentos que a ella le parecían buenos pero que la verdad para cualquiera no eran más que palabras vacías que provenían de la boca de alguien que en efecto tenia vacía la cabeza.
No puedo describirla, de verdad se me llena la boca de insultos.
Un minuto más a su lado y juro que la que terminaría muerta hubiese sido yo.
Pero había llegado el momento, mientras ella hablaba por teléfono con no sé quien, pero recuerdo que su voz se escuchaba mas lastimosa que de costumbre, me levante del sofá, fui a la cocina busque y no había nada, agradezco que no haya habido nada, pues en mi sueño llegaba solo con mis manos la ahorcaba hasta verla pasar de un palidezco tono de piel a un rojo que poco a poco se convertía en una combinación de purpura y sangre. Y así fue.
Me parase tan inhumano describir todos los ruidos que hacía con su boca, con sus manos y con las piernas que aventaba contra el piso, como manoteaba sobre el sofá y pedía compasión.
Claro como no podía morir sin saber porque, me tome la satisfactoria tarea de enumerarle mis motivos, no pude notar si su cara cambio de expresión a una de sorpresa o asombro al darse cuenta que hasta en los últimos minutos de su vida había sido tan pero tan confiada, la verdad no era muy claro, pero espero que si se haya sorprendido, al menos esa fue la idea.
Termine, no sabía qué hacer, si seguir (que era toda la intención) o salirme de inmediato de ahí sin hacer mayor alarde al asunto, algo dentro de mi me decía que era momento de irse y así fue; claro antes era de obligatoria responsabilidad limpiar mis huellas no sé porque tenía la sensación de que las cosas podrían ser como en las series de televisión, pero confié en mi suerte y me retire sin remordimiento, ni miedo. Salí la calle tan vacía como si no viviera nadie en ese lugar, todo en silencio, el día soleado, me llegaba un olor a rosas similar al de mi habitación esa mañana, no sé si haya sido el ambiente perfecto para decir: ¡Qué bien lo hice!, o que tal ¡Vaya al fin lo logre!, pero el punto es que así me sentía, absolutamente satisfecha.
Llegue a mi casa, sola como siempre, me lave las manos, me senté en la mesa y me puse a repasar segundo a segundo lo ocurrido con una sonrisa que simplemente me da miedo recordar.
Creo que no estuvo bien, creo que me pudieron descubrir, también pienso que pude haber saciado por completo mi odio y rencor, pero estoy totalmente satisfecha con lo que hice y como lo hice; esa es la parte dulce, la parte amarga es que aun no entiendo como fui capaz de hacerlo, yo que me creía tan coherente, yo que no tengo ni las fuerzas ni el talento para hacerlo, si, fui yo, yo la mate y no me arrepiento aunque el recuerdo me perturbe la mente en cada segundo de mi vida, desde hace 3 años.